viernes, 31 de octubre de 2014

Cuando las psicólogas tenemos el privilegio de ser mamás





Ser mamá y psicóloga es una bomba explosiva en el buen sentido.

Es maravilloso porque:
1. Tienes una gran cantidad de información que hará más fácil la tarea

2. Conoces los beneficios o perjuicios que pueden ocasionar ciertas situaciones, alimentos, medicamentos y otros en: el embarazo, la lactancia, los primeros años, etcétera.

3. Has estudiado un sin fin de autores, que de hacer la sumatoria, obtendrías un número considerable de estrategias, técnicas, tácticas, medidas, recomendaciones y sugerencias para lo que sea.

4. Tendrás un montón de amigas psicólogas que te ayudarán a tranquilizarte y a decir que estás exagerando cuando pases por algún evento complicado.

Es difícil porque:
1. Tienes la suficiente información para saber que no serás objetiva como profesional con ese ser que te despierta tantas emociones.

2. Verdaderamente no serás 100% objetiva porque en ocasiones terminas doblegándote ante ‘la mirada de cachorrito herido’ o ‘la mirada del gato con botas de Shrek’.

3. Siempre habrá quien te juzgue cuando expreses alguna frustración con respecto a ese hermoso reto ser mamá, porque le sorprenda que tengas las emociones de una madre normal ‘porque eres psicóloga’.

4. Siempre habrá quien se espante cuando tu hijo se comporte como un niño normal porque tendría que ser un niño modelo porque es hijo de una psicóloga.

Ser madre y psicóloga es un privilegio muy grande:
como psicóloga te permite entender desde otros zapatos muchas teorías de la psicología y como madre te permite apreciar las situaciones cotidianas desde una perspectiva diferente.

Amo inmensamente ser mamá y ser psicóloga.

P.D.: Esto va también para los psicólogos que son padres

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